Historias Conociendo mi gente

Me llamó la atención el ruido del timbre de la bicicleta, al pasar por su lado con el carro. Era un señor mayor con facciones de Isleño. Su rostro era de estilo Romano, quizás con un linaje muy largo que se estrechaba a los tiempos de los reyes de España. Su cara arrugada por el sol, tratando de protegerla con un viejo sombrero de guano.

Al pasar por el lado de mi carro, se notaba preocupado por no estropear a una inofensiva paloma.Tenía puesto una guayabera que en tiempo atrás era blanca, y un pantalón limpio pero viejo. Iba solo en rumbo a un humilde hogar, que este generoso país le había provisto.

Su cara denotaba tristeza, quizás pensando en los nietos que había dejado en la madre patria seno de Marti.¿Cuales serán sus recuerdos, al estar en estas tierras donde todo gira alrededor del dinero?. Seguí mirando y note un bulto que llevaba detrás bien amarrado. Unas veinte libras de arroz Canilla, con un paquetico de habichuelas negras.

Mi amigo de un inesperado momento, gozará de un criollo almuerzo.

 

Supermercado Varadero

La gran apertura del supermercado Varadero fue hoy. Mi mujer me pidió en forma cariñosa que si le podía hacer el favor de aprovechar los especiales y conseguir algunos víveres. No tenia la menor idea en lo que me esperaba.

Llegué al estacionamiento a eso de las 8:30, y estaba repleto. Conseguí parqueo en un rincón, y me dirigí al supermercado. El establecimiento estaba ya repleto de Latino-americanos de toda índole, y edades.

Todo estaba muy limpio y ordenado, no sé porque pensé que podía ser diferente. Quizás no frecuento mucho los establecimientos de mi gente. Me dirigí hacia el especial de palomilla, y aquí empezó la aventura.

Me tocó el numero 32, y despachaban el numero 2. Ya se podía oír las querellas de "caballero no hay suficiente carniceros" Me tocó pararme cerca de donde estaban los números y tuve la suerte, de dar los números y recibir las querellas de todo el mundo, por darles un numero alto. Una señora major de edad, de pronto dijo en voz alta "Yo soy una señora mayor, y necesito una palomilla ahora mismo" Uno de los carniceros con una gorrita azul, y una disposición muy gentil, paró lo que estaba haciendo y sin perder el ritmo cogió una palomilla, la arregló al gusto de la señora, y siguió trabajando como si nada hubiera acontecido.

Yo al ver esto, le dije al carnicero en vos alta, "yo soy un anciano y necesito una palomilla" después que todo el mundo paro de reír, el carnicero me miro de arriba abajo y me dijo que me faltaban muchos abriles para tener tal privilegio.

Al fin conseguí mi palomilla, la cual provenía de Nicaragua. Me dirigí a la línea para pagar.

Me di cuenta que alguien me había cogido el cupón de Pepsi. Pues sin pensarlo mucho dejé la botella y conseguí otra sin problema. Las lines para pagar estaban por todo el pasillo. Esto me trajo recuerdos no gratos del huracán Andrew. Parado en la línea tuve mucho tiempo para observar a mi gente.

Una señora mayor que al pasar por las galletas dulces, tocaba cada cajita, como recordando los tiempos cuando el azúcar no la molestaba. Una joven cubana con ojos verdes, delgada con un niño pequeño, que hacia poco tiempo había llegado de Guantánamo, (ella así me informó) se admiraba por la cantidad de comida que había por todos lados, mientras que el niño se comía las galletas con figuras de animales, y ponía la cajita vacía de nuevo en el mostrador.

El olor a café Bustelo llenaba toda la tienda, mientras yo añoraba tener un buchito.

Dos hombres mayores de edad, uno con un tabaco apagado en el centro de la boca, discutían la política Cubana el día de hoy. Uno de ellos le hoy decir que era miembro be la fuerza aérea de Batista. Quizás por eso había huido del pais, por miedo de perder el pellejo.

De pronto se olló por el altoparlante la arrogante noticia que no se permitirían cupones de alimentos. Yo pensé que el techo se iba a caer del quejido que se escuchó por toda la tienda. Por supuesto los ancianos que usában los cupones estában efurecidos. Se iba a formar una turba, pero el dueño del establecimiento intervino y se dio la noticia que todo había sido un error. No había problemas con los cupones. Después de estar mas de 5 horas en la tienda, me tocó el turno para pagar. Salí del supermercado cansado, con muy buena carne, y un conocimiento grato de mi gente.

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